Buenos días princesa

 

 

Esta pintura intenta desde primer momento, dar una sensación de paz, reflejar un mundo feliz. Un mundo utópico, en el que se hace patente la necesidad irremediable de la coexistencia entre los seres humanos y la naturaleza.

El decorado que sin necesidad de ser ostentoso, desprovisto de todo elemento teatral o pomposo, llegando incluso a resultar pobre, nos trasmite un ambiente de armonía y afecto que envuelve.

Tras la ventana, surge un nuevo día, metáfora de la vida, que con cada puesta de sol se renueva. Ese nuevo día al dispersarse las nubes de tormenta (que representan los problemas que surgen del transcurso de la vida misma), promete ser bello y hermoso.
Una hálito de aire fresco, eleva al viento las cortinas e inunda, sin limitaciones ni escollo alguno, toda la habitación.

La madre, inmersa completamente en su papal distante y lejano del mundo real, contempla al despertar a la criatura, que descansa sobre el mismo colchón de hiedra,
En el que yace ingenuamente, indiferente de cualquier circunstancia ajena, protegida y resguardada por la atenta mirada de su madre. La hiedra, representa en este cuadro el simbolismo de la unión y el arraigo.

 

Con esta obra, quiero dar a entender como la irrupción de un nuevo ser en nuestras vidas, nos obliga voluntariamente a protegerlo, no engañándolo, si no disfrazándole esa vida, a veces dura y con caminos sinuosos, para que sea feliz, dentro de ese mundo que nosotros queremos que vea.

 

 

JAnto Garrucho